lunes, noviembre 24, 2014

Tratado de Piedras.


PIEDRAS VIVAS DE CRISTIAN CAYUPAN.
 (Unas palabras sobre "Tratado de Piedras").

Como las piedras de los ríos, rueda el canto de Cristian Cayupan, su canto de tierra que rueda, en continua transformación, palpando estrellas, bebiendo el agua de la luna, descifrando el secreto código de los signos que suenan en cada desencuentro, en cada encuentro. Dirán tal vez, le parecerá alguno que la poesía de Cristian es titubeante, que no define, que no mata, que no apresa: ¿qué poesía verdadera juega su vida en la certeza? Un poema terminado, ¿no es una defunción antes de tiempo? Y si por algo se caracteriza la poesía de este vate de oído múltiple es por descabalar la realidad, lo que se supone real, los términos prácticos en que se mueven las conciencias cómodas. El sinsentido, pues, el absurdo, es la puerta al sentido, y el poema va buscando su cauce como un río, brotando como un árbol cuyas ramas avanzan con la fuerza de lo natural, siempre imprevisto, fugaz y sólo por fugaz eterno. Nadie más vallejiano que nuestro poeta, que firma en cada verso el “Absurdo, sólo tú eres puro” del gran cholo. En su búsqueda poética, en los continuos hallazgos o encontronazos de su verbo, subyace una desconfianza de la palabra, de la afirmación rotunda, y también del idioma que es materia de su canto, con el que mantiene una difícil relación entrañable y extrañada: “Una palabra mal dicha / es subversión del dialecto”; por eso el poeta continuamente parte, y sigue de piedra en piedra caminando por sus propios pasos lejanos. Y es que la piedra es también signo de ese exterior y esa intimidad, de esa contradicción que habita todas las cosas, porque la ternura guía la visión de un poeta enamorado de todo:

El hombre es un evento 
en busca de su piedra 
la más hermosa, la más preciada 
cuanto menos, la más sensible
(Piedra desnuda)

La ternura es el centro del latir humano, y más de la cultura mapuche, hija de la tierra y hermana de todos los seres: “uno es poeta por las cosas simples que ama”, pero esa ternura no puede obviar las distancias, el dolor, la crueldad de la historia con su pueblo de pecho descubierto y pies descalzos que su madre acaricia. La ternura y la distancia conviven, se necesitan.
Cristian Cayupan es un poeta joven, pero su trayectoria poética es sorprendente para su edad: numerosos son ya los libros en los que su palabra se ha ido adensando, puliendo, profundizando. Dispuesto siempre al vértigo, al cataclismo que preside cada instante, su palabra resonante es un acontecimiento que conmueve a las piedras.



Presentación del poemario "Tratado de Piedras" de Cristian Cayupan by Arno Skopein on Mixcloud

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martes, noviembre 11, 2014

WENUAN AVANZA AL RITMO QUEBRADO DE LA SANGRE





Pasó Wenuan de romería y prosigue su camino. Su palabra está escrita paso a paso. Viene a traernos ahora un mapa roto, porque como Cervantes sabe bien que los hombres son hijos de sus obras, y se levantan sobre los escombros. El eslabón partido de la historia, la memoria soplada por el viento, lo suple el día a día, nuevo aún, aún antiguo a su manera. Y sabe que la historia no es una linea recta. Sabe bien de sus quiebres. Sabe del río cuando se sumerje, de sus rebrotes imprevistos, de los puños sobresaltados. El territorio se renueva, el poeta es un equilibrista en el fino alambre que enlaza el caudal de su doble linaje y el porvenir oscuro, y reta a los nuevos tiempos defendiendo la épica, probablemente un tanto quijotesco.

Su campo de batalla es la hoja en blanco. Allí levanta puentes y trincheras, allí es el dueño, es el orfebre de la Historia, que en su mano reedifica. El camino no está trazado, escribir es caminar, y el héroe está solo en su conquista: “No saben / que cuando esta mano escribe / es semilla de una tierra / que desconozco”.

La sangre se rompió en ciudades, y una galería de “lotófagos mestizos” sobrevive, como el poeta, entre restos oscuros de luz:

CURIHUINCA ZURITA
Canto y pudro la semilla.
Lloro por un cuerpo extraño,
El nervio de mi amor no se turba.
Un velatorio es mi escenario.
Cuando digo:
¡pueblo, memoria!
un desierto vuela hacia mi boca.
Tibio el corazón, mano espuria,
mi mente es el sepulturero
que cava sobre el nacimiento
de la primavera.

Pero sobre todas las voces se levanta el ego impúdico del héroe, Wenuan, avanzando entre espejismos, rumiando la rabia, apretando los dientes, reencarnado entre las antiguas batallas que ahora mismo suceden, hablando el poema que se encuentra ahí fuera, que sucede delante de sus ojos en el aire que es el papel más transparente, en el cruce de dos calles de Temuco en unos poemas grabados caminando y donde se presenta la chispa, porque "la memoria comienza mañana".
El territorio se hace caminando, escribiendo y hablando. El territorio no está quieto, el territorio es movimiento perpetuo, territorio es los pasos que avanzan, y que sólo avanzando llegarán, por fin, al punto de partida. Y así el final, y tratándose de Wenuan no sorprende tanto, es un nuevo comienzo y es el fuego prendido de la lucha, el fuego heraclitano en que saltan los contrarios: “hay un grito de guerra que me enciende la vida”.



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