viernes, enero 13, 2017

Presentación de Epu Zuam, de Leonel Lienlaf.




“Suspirillos germánicos” llamó un poeta olvidado, un tal Núñez de Arce, a las Rimas de Bécquer. La lírica más limpia no nace de los ropajes ampulosos, sino de la sencillez de la contemplación. Leonel Lienlaf nos devuelve a las fuentes de la lírica.

Después de que su último libro, Kogen, fuera editado en castellano (aunque el poeta acompañara su presentación con algunos vl), vuelve a publicar en mapuzungun. Buena parte de la crítica de la poesía mapuche ha establecido el supuesto de que cuando un poeta se traduce a sí mismo, presentándonos un doble registro, las versiones son equivalentes, como si la máxima “traduttore, traditore” no rigiera cuando es el mismo autor quien se traduce; sin embargo, es fácil pensar lo contrario: que el poeta tiene total libertad para versionarse, dado que no se puede traicionar, pero esa misma libertad pone en cuestión la supuesta equivalencia: ¿son equivalentes “La invitación al viaje” de Las flores del mal de Baudelaire y el texto del mismo título en los Pequeños poemas en prosa? Es difícil que el poeta, que es siempre poeta, en mapuzungun y en castellano, nos dé la misma versión de un mismo poema, porque siempre habrá algo de diálogo, de recreación entre las versiones. Incluso podríamos aventurar, por exagerar un poco, que Leonel Lienlaf es dos poetas: el que escribe en mapuzungun y el que escribe en castellano, una suerte de heterónimos con el mismo nombre, por decir una barbaridad.

Vamos a comenzar por algún ejemplo para ver de qué estamos hablando: desde el mismo título de la primera parte, “Wizi trafuya may ñi pewma”, literalmente “ “, y que aparece en castellano como “Noche de sueños rotos”. O en el poema inicial: “amun amun pvchi rvpv pvle / pvchi ñaña / amun nagantu may / rofalpuafiel mi neyen”. Literalmente: “Camino y camino por los senderos, pequeña ñaña, voy al atardecer para abrazar tu aliento”. Y la versión en castellano que propone el propio Lienlaf: “Por caminitos olvidados voy, / pequeña ñaña, / al atardecer / para abrazar tu alma lejana.” La versión en castellano incorpora dos adjetivos: “olvidados” y “lejana” que no están en la versión en mapuzungun. Bastaría con eso para desconfiar de las supuestas equivalencias, y para constatar que la lectura en la lengua original, para un crítico, y hasta para el lector, no es sólo deseable, sino insustituible; o al menos, que la versión en mapuzungun está viva, y por tanto no se deja atrapar, y que en cualquier caso la supuesta equivalencia que pregonan los estudiosos del doble registro es una falacia.

Siendo este un prólogo a vuelapluma, seguiré comentando algunas impresiones, aunque para emprender un estudio serio de la poesía mapuche en mapuzungun no cabe duda de que es preciso conocer la lengua y liberarse de la facilidad del presupuesto de las versiones equivalentes, comodidad intolerable.

Este poemario pequeño en extensión (viene a cumplir la máxima de Gracián, lo bueno, si breve, dos veces bueno) tiene dos momentos complementarios (como complementarias son las versiones en mapuzungun y castellano), una suerte de ying y yang que se necesitan. En el primer momento, nocturno, predomina la incomunicación, la separación, el desencuentro, la aspereza, la oscuridad y el sufrimiento; el segundo momento, el amanecer, que parte con la invocación de los hijos, el despertar, la maravilla del despertar. Y las breves voces, con la delicadeza de hondos haikus, profundos susurros, nos hacen acompañar los pasos del poeta por las espinas de la noche y el goce nuevo de los ojos abiertos, el agua del sol en el cuenco de sus manos.


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