martes, mayo 20, 2014

Bernardo Colipán en la Frontera de la escritura.






"poseída y reposeída"

Heaney



La hoja en blanco: el espacio del campo de batalla, los tinterillos, las memorias de Gustave Verniory, las carabinas, el ferrocarril, la linea de Malleco que avanza, el asedio de la literatura, la contundencia de la palabra dibujada de T. S. Eliot, de Ezra Pound, Wittgenstein, César Vallejo, Kabaphes, retroceder hacia el futuro, habitar las huellas, encarnar la historia, conversar en la taberna de la vida con Bernardo Colipan, una mujer desnuda es peligrosa frontera, júntase todo en un solo tintero para comenzar a cada momento.

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Parece que Bernardo Colipán nos propone un despiste o un guiño cuando presenta su libro escoltado por dos historiadores. "Más que la lectura tormentosa de tus cuadernos gris y marrón / me preocupa la linea del Malleco que hoy avanza". "Se escribe poesía con la misma mano que se enfunda un cuchillo". Entra Bernardo Colipan en la taberna del Far West, en la Frontera hostil, con un libro en la mano, recorre los difíciles caminos, las heridas recién abiertas, con libros en su alforja. La Frontera es espacio escurridizo, que no se sabe dónde comenzara o hasta cuándo respira. La cabeza de un capitán del ejército de ocupación recorre las comunidades. Avanza la penetración del territorio, mujer que a todos se entrega, que mira desde las cortinas, la muy puta. La sarna. Las chinches. El silencio. El poeta no escribe poemas de amor, porque no es tiempo: todo se reduce al despojo. Y Madame Liebrecht luce su vestido de fiesta para nadie.

 Bernardo Colipan, nos dicen los dos konas que le acompañan, no escribe literatura, escribe realidad. "Poeta, cuídate de las palabras que no traigan su propia sombra."


Juan Cameron, poeta del mundo.




Llegó Juan Cameron a este Temuco que alguna vez confundió con Hensinki, a este sur que se le aparecía en el sur de Suecia, con pueblos como Pillanlelbún, nos dice, pero sin el olor triste de la pobreza, llegó y nos dejó dos libros, "Crónicas Suecas" y "Ciudadano descontinuado", que tienen mucho en común. En ambos vemos a un poeta de abrazo anchísimo, que alcanza las latitudes que también a Neruda se le confundían cuando recibió el Nobel. Tienen mucho en común sus dos libros porque están hechos de distancia y de frío ("Durante largos años viví en un subterráneo"), pero sobre todo de encuentros, del calor humano que nos libra de los hielos. Cuál de estos dos libros tiene más nombres propios, de lugares, de escritores, de amigos, pues al poeta nada ni nadie le es ajeno, menos los desconocidos con los que de cuando en cuando conversa. Y en ambos libros el desenfado del poeta, porque nada es tan grave, ni siquiera la muerte, pareciera decirnos, aunque se siente el peso de cada golpe (una de las crónicas aún detona ahí, muda).
Y los dos libros hablan de uno de aquellos, de un poeta del mundo, un hombre que nos hace familiares los oscuros bosques nórdicos, a quien los aeropuertos desorientan apenas porque sabe en el fondo, aunque lo niegue, que su casa está aquí o en el espacio aéreo, un hombre tan hermoso que a todos dice hermano.


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