Juan Cameron, poeta del mundo.
Llegó Juan Cameron a este Temuco que alguna vez confundió con Hensinki, a este sur que se le aparecía en el sur de Suecia, con pueblos como Pillanlelbún, nos dice, pero sin el olor triste de la pobreza, llegó y nos dejó dos libros, "Crónicas Suecas" y "Ciudadano descontinuado", que tienen mucho en común. En ambos vemos a un poeta de abrazo anchísimo, que alcanza las latitudes que también a Neruda se le confundían cuando recibió el Nobel. Tienen mucho en común sus dos libros porque están hechos de distancia y de frío ("Durante largos años viví en un subterráneo"), pero sobre todo de encuentros, del calor humano que nos libra de los hielos. Cuál de estos dos libros tiene más nombres propios, de lugares, de escritores, de amigos, pues al poeta nada ni nadie le es ajeno, menos los desconocidos con los que de cuando en cuando conversa. Y en ambos libros el desenfado del poeta, porque nada es tan grave, ni siquiera la muerte, pareciera decirnos, aunque se siente el peso de cada golpe (una de las crónicas aún detona ahí, muda).
Y los dos libros hablan de uno de aquellos, de un poeta del mundo, un hombre que nos hace familiares los oscuros bosques nórdicos, a quien los aeropuertos desorientan apenas porque sabe en el fondo, aunque lo niegue, que su casa está aquí o en el espacio aéreo, un hombre tan hermoso que a todos dice hermano.
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