lunes, enero 30, 2012

Columna sobre Luis Marín en T21


LEER 4 RELATOS DE CIUDAD SUR


JUSTICIERO MARÍN


La escritura de Marín es abigarrada, de dientes apretados, de trazo grueso. Denso, denso. Por eso no sorprende tanto que las líneas casi rebosen de las páginas en su libro que en sus pequeñas dimensiones contiene una ciudad.

Se escribe con las canas, dice por algún lado Cervantes; Marín escribe con las ganas, con sus propios fluidos, su tinta es sangre, sudor y lágrimas. Toda una batalla. Y en sus páginas, peleándose, Marín y Roquentin, el periodista y el personaje, el cronista y el novelista, se cruzan y se confunden, se entrelazan, se desdoblan y se disuelven. El resultado de su pelea es este campo arrasado, este incendio de hielo que es Ciudad Sur.
No esperemos piedad en sus palabras, su pluma es un martillo demoledor. Bienaventurado aquel que salga bien parado de su apisonadora, alguna cierva herida, acaso. El Dios de Marín, es claro, es el del Antiguo Testamento, justiciero, vengativo y terrible, y su mano airada levanta el castigo. Y Dios, lo sabemos, es el autor, que hace y que deshace, que cuenta y que descuenta, el que da la vida y el que la toma.
Marín demuestra con Ciudad Sur que la vida es literatura y la literatura es vida. Obsesivo Marín, emprendedor de tormentas y de tormentos. Marín escribe con un látigo, expresionista apretando el tornillo hasta quebrar la pared, removiendo su pócima con una risa malvada en su mesa de trucos. Es un escritor realista que pinta demonios, su espejo deformante nos devuelve la realidad o su pesadilla. Su tinta es un destilado de su bilis, el jugo de su ira.

Luis Antonio Marín, perdónanos nuestras deudas, yo con estas líneas me desquité de la mía, saludos.

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