viernes, diciembre 05, 2014

Aleatorias, suaves, migratorias.


Segundo Antares nos lleva en este su último libro a un viaje inesperado, a una evolución que, desde el principio, sorprende. “Aleatorias, suaves, migratorias”, este título que parece adjetivar las historias –por seguir la rima- que recoge el volumen, entendemos que hace recuento de alguna de las etiquetas que podrían rondar a los eventos variopintos que se desarrollan en sus ingeniosas máquinas, digo páginas, aunque en este caso viene a ser lo mismo. La sorpresa de la que hablamos es el volumen de las historias que contiene el mismo, el volumen, que ya no es el mismo volumen. Digámoslo de otra manera: Antares nos tenía acostumbrados al cuento hiperbreve y ahora los relatos son de extensión, si breve, no dinosáurica -creo que vengo algo afectado de la falta de gravedad de mi viaje. Digamos, y volvamos a lo mismo de otra manera, que Antares ha pretendido subir el volumen de sus historias. La línea ha tenido páginas. ¿Será debido a su exultante paternidad, de la que se hace eco la dedicatoria?
Así como en la cinematografía podemos hablar de nanometrajes y cortometrajes –y no hay duda de que el lenguaje cinematográfico está presente en “Aleatorias”, como por ejemplo en el cuento “La misión”, donde el protagonista es el filo de un cuchillo provisto de una “cámara”- Antares ha sufrido una evolución paralela a la que va desde el nanometraje hasta el micrometraje, sin llegar al corto o al mediometraje.

Cada género, cada subgénero, puede llegar a convertirse en un mundo propio, tiene sus tics y sus maneras de hacer que a veces resultan intransferibles, y que contagian de sus mañas al artesano que las cultiva por mucho tiempo. El ingenio, cultivado por Quevedo, por Gracián, el wit de los ingleses, tan valorado, es un ingrediente fundamental en el trabajo de Segundo Antares, de modo que en su narrativa hiperbreve era a veces una argucia léxico-semántica la que podía encender el hallazgo: “MEDIO AMBIENTE / Efectivamente, nos va quedando la mitad”, dijo este escribidor desolado por ver cómo la profecía nominal de su pueblo natal, Río Negro, se hacía realidad por culpa de la contaminación. Acaso en la prolongación de la extensión de las narraciones el ingenio ha quedado a veces como un resabio distractor: “Por inercia cotidiana, me levanté en la mañana a desayunar la rutinaria rutina de mi rutina diaria.” Es cierto que escritores como Ramón Gómez de la Serna, el creador de la greguería (humorismo+metáfora, acuña la fórmula) soltaban también perlas que recuerdan a su pedrería minúscula en sus obras de mayor extensión. No hay duda de que Antares ha asumido un riesgo acometiendo narraciones que demandan otras herramientas con las que está menos familiarizado, y eso es de agradecer; de todas formas, los equívocos que han solido protagonizar las narraciones previas del autor, y que a menudo funcionan bien en estructuras mínimas, porque el artificio, los juegos artificiales se suceden para distraernos y entretenernos de continuo, tienen una tarea más complicada en esta ocasión. En cualquier caso no son ya los juegos de palabras los protagonistas, sino juegos conceptuales y de enfoque del relato. Cabría, de todas formas, preguntarse: ¿Cuál es, finalmente el argumento de los fuegos artificiales? ¿De qué tratan? ¿Puede la literatura sostenerse sin hacer frente a las grandes preguntas, por pequeñas que sean? La respuesta tal vez pueda estar en uno de sus cuentos, el titulado "La muerte de Dios". Nada tan grave como el tema de Dios, del destino, del sentido de la vida, la muerte. Pero la mirada de Antares nos desvela que todo es juego, que nada es tan grave. Que también los grandes temas pueden resolverse en un guiño y que el tiempo es poco, y por breve es mejor aprovecharlo para sonreír.




miércoles, diciembre 03, 2014

"Poesía incompleta" de Guido Eytel.





No suelen ser las dictaduras un aliciente para el escritor. El aire se estrecha, puede hacerse hasta irrespirable. La sensibilidad se resiente, se embota incluso en ocasiones. Es lo que llaman el apagón cultural. Por eso conviene recordar a quienes, a pesar de todo, siguieron cantando.


EL AIRE DEMASIADO AIRE


Triste es saber que pájaros somos

y que nos cortan las alas antes de volar.

¿Para qué hicieron el viento

y la nube

y el árbol?

Entonces

¿Para qué estas ganas de volar?

El vuelo es demasiado azul

para esta ala mocha,

el aire demasiado aire

para la cortada pluma caudal.


¡Cantemos, pájaros baldados!


Tres de los libros de Guido Eytel, "Pluma y sangre", "Poemas del jardín" y "Poesía incompleta", publicados o reeditados en los últimos años, nos dan cumplida muestra de que la palabra poética, en los tiempos más oscuros, puede atesorarse en el pecho de un pájaro, y guardar en su canto el porvenir.


Un caso paradigmático es el de José Agustín Goytisolo en la España bajo la dieta franquista. Su conocido poema "El lobito bueno", popularizado por Paco Ibáñez, pasó a los ojos de la censura como una cancioncilla infantil, cuando contenía en realidad una carga crítica sólo evidente para el oído cómplice y atento.


El caso de Guido Eytel es similar: el poeta fue lo suficientemente sutil como para deslizarse entre los barrotes. La poesía política no debe confundirse con la proclama o el panfleto. En ese sentido, la censura pudo servir de acicate para que la palabra poética -sutil hilo de agua o de luz- encontrara su propio camino para salir del laberinto. Acaso la sintonía, la hermandad con Jorge Teillier explica también la preferencia de Eytel por el poema de tono menor (entiéndase el modo en que los ingleses consideran al 'minor poet', que al decir de Borges suele ser un gran poeta) frente a la exaltación nerudiana a veces excesiva y amiga del mitin y del altavoz, coincidiendo implícitamente con la crítica que Gonzalo Rojas hiciera al chileno más universal: que "era un genio pero escribía demasiadito". La respuesta, pues, a la sobreabundancia de Neruda - o incluso a la torrencialidad rokhiana o la insistente y ruidosa renovación parriana- es una delgadez nunca escuálida; y frente a la estridencia o el exabrupto, la naturalidad.


Pudo resultar sorprendente que en la muy concurrida presentación en Temuco de los "Poemas del jardín" (que se desarrolló durante la feria del libro usado de la Universidad Mayor) Guido Eytel decidiera presentar también una reedición de "Pluma y sangre" (Poleo ediciones, 2011). Para ello había varias razones: una, que el libro era ya inencontrable, puesto que la primera edición databa de 1981, cuando ganó el Premio Gabriela Mistral -aunque se podía leer íntegro en la redhttp://www.letras.s5.com/egb231107.html-; y la otra, la ligazón estrecha de ambos libros, en los que los pájaros son protagonistas.


LA LOICA


¿Quién ha sido el criminal

que a la loica le enterró

en el pecho su puñal?


Por la orilla del camino

las rojas plumas de sangre

van buscando al asesino.


(de "Poemas del jardín"

www.pehuen.cl/…/infantil/poemas-para-en-jardin/download.html )


El hilo que une el primer y el último libro de nuestro poeta, nos hace ver la fidelidad de una poesía escrita sin prisas, ajena a modas, a pretensiones artificiosas, y destilada de un modo que no hace sospechar el trabajo del tiempo, aparentemente sencilla, leve, pero capaz de deslizarnos, sin que las veamos venir, sus cargas de profundidad.


El libro "Poesía incompleta", publicado por la UFRO en 2014, y que volvió a ser un acontecimiento que congregó a numeroso público -no es usual ver una larga fila de compradores de un libro de poesía esperando pacientemente que el autor les dedique un ejemplar- acoge íntegro aquel inicial "Pluma y sangre" (de "Poemas del jardín", por el contrario, no se incluye ningún poema). El libro lo completan las secciones -¿libros?- "Apuntes y bodegones", "La otra ciudad", "La malquerida", "Pumas", que no habían sido editados independientemente, pero sí difundidos de distintos modos, incluídas musicalizaciones como la de "La Garza" (Eduardo Peralta http://www.premioaltazor.cl/soy-un-corazon-abierto/ ). La sección "Pumas", que fue objeto de una lectura con acompañamiento musical ( http://mesajuanpabloampuero.blogspot.com/…/pumas-i-veo-los-… ) es en realidad un solo poema, y es la que presenta mayor unidad. "La malquerida" es también un conjunto de temática unívoca, pues son todos poemas dedicados a la muerte, en el tono conversacional y sin rimbombancias que caracteriza al poeta. La sección "Apuntes y bodegones", como su nombre indica, es más dispersa. Tal vez la parsimonia de Guido para la poesía, que ha dejado que se vaya posando sobre el papel lentamente en vez de ir a capturarla y coleccionarla, explica su falta de ambición por llenar estanterías.


Sin hacer ruido escribe Guido Eytel. Sin hacer ruido. Y sus hojas, de tan humildes, vuelan, de tan sencillas. No amontona sus libros de versolecto, y así no cansan. Su poesía es profunda, parece simple. No se llena de letras hasta las cejas, deja que filtre el agua la mansedumbre. Escribir, respirar, y que no se note el trabajo callado de horas y voces. De tantos años llegan contados versos. Es trabajo del aire, más que de tinta. Se ahoguen otros en ríos de humor oscuro: Guido respira. Mueve el viento las hojas, tan naturales.

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